Comentario
Capítulo V
74 De las cosas variables del año, y cómo en unas naciones comienza diferente de otras; y del nombre que daban al niño cuando nacía, y de la manera que tenían en contar los años, y de la ceremonia que los indios hacían
75 Diversas naciones, diversos modos y maneras tuvieron en la cuenta del año, y así fue en esta tierra de Anáhuac, y aunque en esta tierra, como es tan grande, hay diversas gente y lenguas, en lo que yo he visto todos tienen la cuenta del año de una manera. Y para mejor entender qué significa la tardanza del movimiento de las cosas variables, y éstas se reparten en diez, que son: año, mes, semana, día, cuadrante, hora, punto, momento, onza, átomo. El año tiene doce meses y [o] cincuenta y dos semanas y un día, o trescientos sesenta y cinco días y seis horas. El mes tiene cuatro semanas, y algunos meses tienen dos días más, otros uno, salvo febrero. La semana tiene siete días: el día tiene cuatro cuadrantes: el cuadrante tiene seis horas: la hora cuatro puntos: el punto tiene diez momentos: el momento doce onzas: la onza cuarenta y siete átomos: el átomo es indivisible. Los egipcios y los árabes comienzan el año desde septiembre, porque en aquel mes los árboles están con fruta madura, y ellos tienen que en el principio del mundo los árboles fueron creados con fruta, y que septiembre fue el primer mes del año. Los romanos comenzaron el año desde el mes de enero, porque entonces, o poco antes, el sol se comienza a allegar a nosotros. Los judíos comienzan el año de marzo, porque tienen que entonces fue creado el mundo con flores y yerba verde. Los modernos cristianos, por reverencia de nuestro Salvador Jesucristo, comienzan el año desde su santa Navidad; otros de[sde] su sagrada Circuncisión.
76 Los indios naturales de esta Nueva España, al tiempo que esta tierra se ganó y entraron en ella los españoles comenzaban su año en principio de marzo; mas por no alcanzar bisiesto irse ya variando su año por todos los meses. Tenía el año de trescientos y sesenta y cinco días. Tenían mes de a veinte días, y tenían diez y ocho meses y cinco días en un año, y el día postrero del mes muy solemne entre ellos.
77 Los nombres de los meses y de los días no se ponen aquí, por ser muy revesados y que se pueden mal escribir; podrá ser que se pongan las figuras por donde se conocían y tenían cuenta con ellos. Estos indios de la Nueva España tenían semana de trece días, los cuales significaban por estas señales o figuras: a el primero, demás del nombre que como los otros tenía, conocían por un espadarte, que es un pescado o bestia marina; el segundo, dos vientos; el tercero, tres casas; el cuarto, cuatro lagartos de agua, que también son bestias marinas; el cinco, cinco culebras; el seis, seis muertes; el siete, siete siervos; el ocho, ocho conejos; el nueve, nueve aguas; el diez, diez perros; el once, once monas; el doce, doce escobas; el trece, trece cañas. De trece en trece días iban sus semanas contadas; pero los nombres de los días eran veinte; todos nombrados por sus nombres y señalados con sus figuras o caracteres; y por esta misma cuenta contaban también los mercados, que unos hacían de veinte en veinte días y otro de trece en trece días, otros de cinco en cinco días, y esto era y es más general, salvo en los grandes pueblos que éstos cada día tienen su mercado y plaza llena de mediodía para abajo; y son tan ciertos en la cuenta de estos mercados o ferias, como los mercaderes de España en saber las ferias de Villalón y Medina. De la cuenta de los meses y años y fiestas principales había maestros como entre nosotros, los que saben bien el cómputo. Este calendario de los indios tenía para cada día su ídolo o demonio, con nombres de varones y mujeres diosas; y estaban todos los días del año llenos [de estos nombres y figuras] como calendarios de breviarios romanos, que para cada día tienen su santo o santa.
78 Todos los niños cuando nacían tomaban nombre del día en que nacían, ora fuese una flor, ora dos conejos; y este nombre les daban al séptimo día, y entonces si era varón poníanle una saeta en la mano, y si era hembra dábanle un huso y un palo de tejer, en señal que había de ser hacendosa y casera, buena hilandera y mejor tejedora; a el varón porque fuese valiente para defender a sí y a la patria, porque las guerras eran muy ordinarias cada año; y en aquel día le regocijaban los parientes y vecinos con el padre del niño. En otras partes, luego que la criatura nacía, venían los parientes a saludarla, y decíanle estas palabras: "venido eres a padecer, sufre y padece", y esto hecho, cada uno de los que le habían saludado, le ponían un poco de cal en la rodilla. Y a el séptimo día [de haber nacido] dábanle el nombre del día en que había nacido. Después, desde a tres meses, presentaban aquella criatura en el templo del demonio, y dábanle su nombre, no dejando el que tenía, y también entonces comían de regocijo; y luego el maestro del cómputo decíale el nombre del demonio que caía en aquel día de su nacimiento. De los nombres de estos demonios tenían mil agüeros y hechicerías, de los hados que le habían de acontecer en su vida, así en casamientos como en guerras. A los hijos de los señores principales daban tercero nombre de dignidad o de oficio; a algunos siendo muchachos, a otros ya jóvenes, a otros cuando hombres; o después de muerto el padre, heredaba el mayorazgo y el nombre de la dignidad que el padre había tenido.
79 No es de maravillar de los nombres que estos indios pusieron a sus días de aquellas bestias y aves, pues los nombres de los días de nuestros meses y semanas los tienen de los nombres dioses y planetas, lo cual fue obra de los romanos.
80 En esta tierra de Anáhuac contaban los años de cuatro en cuatro, y este término de años contaban de esta manera. Ponían cuatro casas con cuatro figuras; la primera ponían al mediodía, que era una figura de conejo; la otra ponían hacia oriente, y eran dos cañas; la tercera ponían al septentrión, y eran tres pedernales o tres cuchillos de sacrificar; la cuarta casa ponían hacia occidente, y en ella la figura de cuatro casas. Pues comenzando la cuenta del primero año y de la primera casa, van contando por sus nombres y figuras hasta trece años, que acaba en la misma casa que comenzaron, que tiene la figura de un conejo. Andando tres vueltas, que son tres olimpiadas, la postrera tiene cinco años y las otras cuatro, que son trece, a el cual término podríamos llamar indicción, y de esta manera hacían otras tres indicciones por la cuenta de las cuatro casas, de manera que venían a hacer cuatro indicciones, cada una de a trece años, que venían a hacer una hebdómada de cincuenta y dos años, comenzando siempre el principio de la primera hebdómada en la primera casa; y es mucho de notar la ceremonia y fiesta que hacían en el fin y postrero día de aquellos cincuenta y dos años, y en el primer día que comenzaban nuevo año y nueva olimpiada. El postrero día del postrer año, a hora de vísperas, en México y en toda su tierra, y en Tetzcoco y sus provincias, por mandamiento de los ministros de los templos, mataban todos los fuegos con agua, así de los templos del demonio como de los lugares que había fuego perpetuo, que era en los infiernos ya dichos, este día también mataban los fuegos. Luego salían ciertos ministros de los templos de México, dos leguas a un lugar que se dice Iztapalapa, y subían a un cerrejón que allí está, sobre el cual estaba un templo del demonio, a el cual tenía mucha devoción y reverencia el gran señor de México, Motezuma. Pues allí a la medianoche, que era principio del año de la siguiente hebdómada, los dichos ministros sacaban nueva lumbre de un palo que llamaban palo de fuego, y luego encendían tea, y antes que nadie encendiese, con mucho fervor y prisa la llevaban al principal templo de México, y puesta la lumbre delante de los ídolos, traían un cautivo tomado en guerra, y delante el nuevo fuego sacrificándole, le sacaban el corazón, y con la sangre, el ministro mayor rociaba el fuego a manera de bendición. Esto acabado, ya que el fuego quedaba como bendito, estaban allí esperando de muchos pueblos para llevar lumbre nueva a los templos de sus lugares lo cual hacían pidiendo licencia al gran príncipe o pontífice mexicano, que era como papa, y esto hacían con gran fervor y prisa. Aunque el lugar estuviese hartas leguas, ellos se daban tanta prisa que en breve tiempo ponían allá la lumbre. En las provincias lejos de México hacían la misma ceremonia, y esto se hacía en todas partes con mucho regocijo y alegría; y en comenzando el día en toda la tierra y principalmente en México hacían gran fiesta, y sacrificaban cuatrocientos hombres en sólo México.